Carta de despedida

Es verdad eso que dicen que no sabes todo lo que tienes hasta que lo pierdes, aunque yo sabía bien lo que tenía:

Unos ojos verdes esmeralda, una mirada tierna, junto con sus labios suaves adornaban una carita perfecta. Su cuerpo era otra maravilla, sus pechos eran hermosos, su tripilla estaba siempre llamándome para que le diese un beso. Tenía un culito atractivo. La piel de su cuerpo era suave y un simple roce, me hacía estremecer. El único punto débil de ese perfecto cuerpo era su espalda, donde podías comprobar cómo ese fantástico cuerpo se derretía en tus besos.

Lo mejor de ella era (y será siempre) su carita de ángel, dulce como su mirada. Cuando miras su carita fijamente, te enamoras de ella y si en ese preciso instante ella te sonríe, te das cuenta de que harías cualquier cosa por tenerla a tu lado, para siempre. Poder ver ese ángel de la naturaleza sonreír entre tus brazos es el mejor regalo que te puede dar la vida. Una sola de sus sonrisas aliviarán cualquier dolor y tan sólo escuchar su voz te hará olvidar todas tus penas.

También tenía conmigo una persona amable, simpática y llena de alegría, una alegría que te compartía con tan sólo estar a tu lado, siempre tenía una palabra dulce en la boca y cuando te contaba sus mayores temores o deseos, el corazón se te llenaba de amor confiando en poder ayudarla a conseguir esos deseos o superar esos miedos.

Puede que ahora ya no sea digno para tener en mis brazos algo tan preciado en mi vida, sin embargo, si lo volviese a tener algún día en mi imperfecta vida, la cuidaría más y mejor que a cualquier otra cosa, incluso, más que a mi vida.

Un soplido y un beso.

Un ser humano imperfecto y enamorado.